Historia de Casa Carril
Casa Carril fue una de las mayores empresas madrileñas dedicadas al negocio de la fotografía analógica. Su viejo rótulo ha reaparecido al eliminar el feo plástico que anunciaba el negocio chino recientemente cerrado por traslado.
Casa Carril desapareció años atrás después de un doloroso y lento declinar que culminó con su liquidación. Fue un negocio pionero en el campo de la fotografía analógica, ofreciendo cámaras, recambios, carretes, laboratorio, formación, etc. Llamar un emporio a aquel negocio no sería una exageración. Tenía locales en Plaza de Olavide, Raimundo Lulio y Luchana, posiblemente en alguna calle más, pero no puedo precisar. Invito a los vecinos más veteranos a que complementen esta información.
A finales de los años 60 compró —o alquiló— este local del número 12 de la Plaza de Olavide. Hasta entonces, el viejo local había sido una tienda de ultramarinos. En los años 10 y 20 pertenecía a un señor llamado Escolástico Plaza que también era propietario de otra tienda del mismo género en la calle Palafox 25. Sabemos esto gracias a viejos periódicos de la época como el semanario El Norte de Madrid. Esas tiendas eran conocidas popularmente como La Bomba. Ese mismo nombre popular lo tuvo posteriormente cuando la tienda pasó a ser gestionada por un tal Otero, del cual no tengo noticias. La otra tienda del señor Escolástico de la calle Palafox debió cerrar por esos mismos años, finales de los 60 o principios de los 70, según noticias ofrecidas por Miguel, un amigo y colaborador del blog. El local de Olavide corrió mejor suerte y se convirtió en una tienda de Casa Carril, visitada a lo largo de muchos años por el público madrileño.
Cuando a Casa Carril ya no le iban tan bien las cosas, debió de alquilarlo a una familia china que abrió el típico comercio de alimentación que hemos conocido los últimos años. Esta familia se mudó recientemente a otro local más pequeño en la misma plaza, cerrando el local del número 12. Cuando abrieron el nuevo local cometieron el error de rotular FRUTAS SECOS. Se lo advertí y me miraron como si el chino fuese yo. Pero fueron lo suficientemente inteligentes como para preguntar a alguien más cercano que les confirmó en mi aviso. Parece mentira que los chinos, tan listos como son, tengan tan poca capacidad para renovar las formas de estos negocios. El nuevo establecimiento tiene un rótulo tan o más horroroso, que ya es decir, que el anterior. Qué se le va a hacer.
El caso es que esta misma mañana estaban levantando los rótulos del chino, tan feos e impersonales y, como en un yacimiento arqueológico, ha reaparecido el viejo cartel de Casa Carril. La fortuna es que parece que se va a abrir un nuevo negocio, esta vez una Cervecería Carril, que tiene conexión familiar con los antiguos dueños. Por lo que me han dicho personalmente, tienen la intención de conservar el rótulo de cristal pintado a la vieja tradición madrileña. No me han querido decir qué tipo de cervezas o platos ofrecerán, pero prometo que estaré atento.
A veces, la renovación nos trae memoria del pasado en lugares tan emblemáticos como la Plaza de Olavide.